Montar un negocio y pensar que vas a impactar a todo el mundo es como tirarle una carta de amor al océano con la esperanza de que llegue a tu ex del instituto que vive en otro continente.

Te voy a contar una historia.

La voy a poner en plan breaking bad de los negocios.

Tienes tres pelotas. Zri bols. Sí, sé que suena raro a menos que hablemos de pádel.

Céntrate.

A lo que iba.

No cualquier pelota: son pelotas de colorante violeta nuclear. Lo tiñen todo.

Coges una y la lanzas en una bañera.
En tres segundos, el agua parece una poción mágica de Hogwarts. Intenso. Potente. Inconfundible.

Coges otra pelota y la tiras en una piscina.
Bueno… la cosa se pone un poco lila, sí. Pero tienes que fijarte bien.
Desde el borde, parece que simplemente alguien con dermatitis se ha bañado ahí.

Y la tercera, la tiras al mar.
Sí, al Mediterráneo. Así, con actitud de gurú.
¿Qué pasa?
Nada.
Absolutamente nada.
Podrías tirar una vaca púrpura y el mar seguiría siendo el mar.

¿A dónde quiero llegar? Where do I want to go, bro?

Que tu negocio no puede empezar queriendo teñir el mar.

Si vendes viajes, experiencias, alojamiento, restauración o celebraciones y tu propuesta es “para todo el mundo”, te adelanto cómo va a acabar eso:

con mucho esfuerzo, poca respuesta y un cabreo importante con la humanidad/ humanity.

Por eso en mi consultoría trabajamos la bañera.
Tu bañera.

Ese grupo de personas que están deseando que alguien les entienda de verdad.

Ese cliente que lleva semanas pensando “ojalá alguien ofreciera esto”.

Ese nicho de mercado donde tu mensaje no se disuelve… impacta.

¿Y cómo se encuentra esa bañera?

Pues esa es la cuestión. Dis is de kuestion

Cuando defines tu bañera, todo se vuelve más sencillo.

Tu comunicación es más clara.
Tu propuesta más irresistible.
Y tu negocio más rentable.

Cuando todo parezca estar en tu contra, recuerda que los aviones despegan con el viento en contra, no a favor.
Henry Ford.

Japi dei