El Juego del Calamar

¿manual de negocios encubierto?

 

 

Hay mucha gente intelectual que hablan de libros, ensayos y documentales intelectuales, yo he decidido no competir por ese título.

No me da la gana.

Yo vengo desde el otro bando: me gustan – según que – películas y además me engancho fácil a – según que – series.

¿Por qué?

Porque pienso que si algo ha salido de la mente de alguien —sea un dramón romántico, un thriller enrevesado o una comedia que no hace reír—, es un espejo de su vida, su educación, su entorno.

Y luego está la cocina interna: actores que rechazan papeles o que ellos son los rechazados, guiones que se reescriben, perdón, se adaptan veinte veces, directores que se cambian en el último minuto…

Todo eso hace que la película o la serie sea lo que es.

El resultado final siempre es una mezcla de talento, casualidad y supervivencia.

Voy al grano… que dijo un adolescente.

Estoy viendo El Juego del Calamar.

Sí, lo sé, voy tarde… acabo de terminar la segunda temporada y os confieso algo: yo no la veo solo como una serie.

Para mí, es una especie de metáfora retorcida del mundo de los negocios.

Pensadlo, pensémoslo, del latín pensāre, como diría Emilio del Río Sanz, creo

  • La isla es el mercado.

  • Los jugadores son/ somos los empresarios y emprendedores.

  • Y el Estado… bueno, el Estado es el que pone las reglas del juego y reparte collejas cuando no obedeces.

En la serie, si fallas, te eliminan.

Literalmente, con un balazo entre ceja y ceja.

En la vida real, el disparo viene en forma de inspecciones, multas, burocracia infinita y normativas que parecen escritas por alguien que odia la palabra “emprender”.

El resultado: muchos negocios mueren en la arena antes de llegar a oler el premio.

En la serie todo es más bestia, más sangriento.

Sí, aceptamos pulpo.

En El Juego del Calamar los que mandan llevan máscaras con círculos y triángulos.

En la vida real… llevan corbatas, portafolios e identificaciones de su partido.

Al final, tanto en la isla como en el mercado, se trata de lo mismo: sobrevivir.

Negociar con los que tienen las armas, hacer alianzas estratégicas, intentar saltar al siguiente nivel sin que te partan la cara.

La serie me hizo pensar que quizá no estamos tan lejos de ese universo salvaje. Solo que en lugar de perder la vida, aquí pierdes la empresa.

Ojo, no digo que el sistema esté amañado (para nada), pero cada vez que alguien me comenta que está peleando contra 40 formularios distintos para sacar un permiso, no puedo evitar ver la muñeca gigante de “luz roja, luz verde” moviendo la cabeza lentamente.

En fin, no quería dejaros un tratado académico, sino compartir mi visión de El Juego del Calamar como metáfora brutal del ecosistema empresarial.

Me pareció divertido… y un poco perturbador.

¿Soy el único que lo ve así o alguien más ha sentido que estaba viendo un reality show de negocios camuflado de serie coreana?

Quizás lo próximo será un spin-off de Hacienda producida por Netflix.

No demos ideas.

Lo hablamos en la consultoría.

 

Japi dei, my friend.

 

 

 

José Levy

 

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