El cliente que parecía oro… y al final no era ni aluminio

Esto en concreto le pasó a una colaboradora.

Me podría haber pasado a mí.

De hecho, me ha pasado. Muchas veces. Incluso ya sabiendo esto que te cuento.

Soy el primero que comete errores.

Y si tú estás en el mundo de los negocios, sobre todo si vendes servicios en turismo, bodas o eventos, lo más probable es que te pase también.

Vas a leer esto y vas a pensar:
“Esto a mí no me va a pasar”.

Error.

Mail de cliente potencial. Seguido de videollamada.

Voz amable. Proyecto interesante.

Te pide una condición especial.
Un pequeño ajuste.
Un “detalle” que se sale de lo que tú tienes previsto hacer.

Y tú, que quieres agradar, que ves una oportunidad de oro, dices:

“Bueno, venga. Por esta vez sí. No pasa nada”.

Error.

Zasca.

Bazinga que diría Shelton Cooper de Big Bang Theory.

Primer clavo en tu ataúd de autoridad.
Le cedes una.

Y entonces… lo inevitable.

El cliente no se convierte en cliente.

No solo no te compra. Te absorbe.

Te roba tiempo.

Te vacía la energía.

 

Te hace sentir que estás “trabajando” para alguien que ni siquiera ha pagado.

Y como ya cediste una vez, ya diste la señal de que estás dispuesto a negociar con tu propio criterio, empieza el desfile:
“¿Y si también hacéis esto otro?”
“¿Y si además me incluyes esto?”
“¿Y si hablamos la semana que viene otra vez?”
“¿Y si…?”

Y si… hubieras sido estricto con tus reglas desde el principio,

esto no habría pasado.

 

Porque cada vez que cedes sin que haya compromiso por su parte, pierdes autoridad.
Pierdes el marco.
Pierdes el control de la negociación.

Llu Luse.

Y cuando eso ocurre, ya no vendes.

Todo mal.

Te cuento esto porque me duele ver cómo gente brillante cae una y otra vez en lo mismo.

¿Y sabes qué es lo peor?
Que aunque lo leas aquí, lo vas a volver a hacer.

Sí.
Tú también.

Como lo hice yo.
Como lo hizo la colaboradora que te comento.

Si estás harto de regalar tu tiempo a clientes que no pagan, si trabajas en turismo, en bodas, en organización de eventos… y cada semana te comes al menos una reunión que no sirve para nada…

Es hora de cambiar eso.

Trabajo con empresas como la tuya para ayudarte a blindar tus servicios, estructurar tu comunicación comercial y dejar de mendigar clientes.

Te ayudo a que no te vuelvan a toser con frases como “lo pensaré” o “pero si solo es un pequeño cambio”.

Respeto.

Respeto a tu negocio que has montado desde 0.

Respect, que diría Aretha Franklin.

Yo no regalo mi tiempo.
Y no quiero que tú lo regales tampoco.

Japi dei