Cuando yo tenía 8 años, quería ser explorador.
O astronauta.
O bombero.
O actor.
No lo recuerdo exactamente.
Pero seguramente era una de estas opciones.
O policía. Para poner orden.
Cuando la policía ponía orden.
Me veía recorriendo el mundo, viviendo aventuras en diferentes países.
Hoy, con más de 50, el concepto de aventura ha cambiado… aunque llevo desde 1992 en turismo y desde 2003 ayudando a negocios de bodas y eventos a no hundirse en el lodazal del “se hace así porque siempre se ha hecho así”.
Y aún hay algo que sigo haciendo casi como entonces:
Soñar en grande.
Con Excel.
La motivación, amigo, amiga, amigue, no es permanente. Es como ducharse.
No vale con una vez. Hay que repetirlo. A diario (recomendable).
Con libros, con hábitos, con gente que te empuje y no que te arrastre.
Con acción.
Por eso cuando en nuestras consultorías vemos negocios estancados, lo primero que revisamos no es el logo ni el branding.
Es el motor.
La energía. La actitud.
Las ganas de crecer.
Y ojo, no es coaching de camiseta con frase motivadora. Eso lo puedes encontrar en cualquier sitio.
Es estrategia con sentido común enfocada a resultados.
Porque si no te entienden… ¿cómo vas a vender?
Así que dime:
Si tu yo de 8 años te viera hoy… ¿te aplaudiría o te cambiaría por otro adulto en Wallapop?
Japi dei.