Hay dos tipos de empresarios.

  1. Los que crecen.
  2. Y los que se desgastan.

Los que llegan lejos.

Y los que se quedan dando vueltas a la misma rotonda año tras año.

¿La diferencia?

No está solo en la idea, ni en el producto, ni en los seguidores de Instagram.

Está en dónde ponen su energía.

Porque mientras unos están todo el día obsesionados con el “qué” —qué promoción lanzo, qué tipo de cliente busco, qué red uso, qué más diseño— otros están ocupados con algo más importante:

El por qué. El para qué.

Desde ahí, todo cambia.

Puedes tener el mejor producto del mundo, pero si no sabes para qué lo haces, a quién estás ayudando de verdad, o si simplemente estás replicando lo que hacen otros… vas a estar agotado antes de que llegue la primera curva.

Lo que separa al que avanza del que se revienta en la orilla es esto:

Propósito.

Autenticidad.

Pasión.

Paciencia.

Velocidad.

Trabajo.

Atención.

No es una lista bonita para enmarcar en Pinterest. Es una hoja de ruta. Y si no sabes cómo aplicarla en tu negocio de bodas, eventos o turismo, ahí es donde entro yo.

Trabajo con empresas como la tuya.

Consultoría estratégica.

¿Te interesa? Escríbeme.

¿No te interesa? No me escribas.

Japi dei.