Expectativas.

Ese bicho raro que todos los negocios alimentan… y luego no siempre pueden sostener.

El otro día fuimos a un restaurante al que teníamos muchas ganas.

Habíamos leído sobre él, miramos la web, buscamos reservar como si fuéramos a un concierto de los Stones o de alguno de los chavales que llenan los estadios hoy en día. No me preguntes nombres.

Expectativas altas. Muy altas.

Y ahí está el problema.

El local impecable.
El servicio atento.
Pero la carta floja.
El ritmo de cocina, desastroso.
Y salimos tarde, con hambre y cara de… “pues no era para tanto”.

¿El fallo? Muy sencillo:

Promesa desajustada.

Ejecución inconsistente.

Y en los negocios pasa exactamente lo mismo.

Muchos prometen experiencias únicas, eventos inolvidables, servicios exclusivos…
Pero luego, cuando toca sostenerlo en el día a día: personal inestable, procesos sin definir, márgenes que se escapan, presupuestos improvisados.

Por eso en las consultorías estratégicas con fincas y espacios de bodas, uno de los trabajos más potentes que hacemos es este:

Alinear lo que prometes con lo que realmente puedes entregar.

Porque no se trata de vender lo que no se tiene.
Se trata de construir un negocio sólido, rentable y sostenible en el tiempo.

Pensar en grande, sí.

“Think BIG” para la decoración en madera queda muuy bonito.
Primero toca ejecutar de manera realista.

Y cuando eso ocurre, las reservas aumentan… y los dolores de cabeza disminuyen.

Si crees que toca revisar tu negocio, hablamos.

Y vemos lo de Zink Big.

Japi dei.