La motivación no es un mensajito de WhatsApp con corazoncitos.

Tampoco son burpees a las 5 de la mañana.


Ni gritar “¡Yo puedo con todo!” mientras te golpeas el pecho como si eso resolviera algo.

Eso está bien para Instagram.

Para tu ego.


Pero no mueve una vida.

Ni un equipo.
Ni una empresa.
Ni una jodida venta.

La motivación real va por otro camino.

Tiene tres patas.

Si falla una, se tambalea todo.

FUTURO


Si no ves un futuro que te ponga los pelos de punta (de ganas, no de miedo), no vas a mover el culo.
No hay fuerza sin dirección.


Y para tener dirección necesitas una imagen clara, concreta y deseable de dónde vas.

Y repetirla.

Y grabártela.

Y vivir como si ya estuvieras ahí.

DOMINIO

El progreso motiva.
Pero no cualquier progreso.

Solo el que viene de practicar con un objetivo definido. 
De elegir una cosa.

Una.

One.

Y exprimirla.

Hasta que dejas de parecer un amateur disfrazado de profesional.

PROPÓSITO


Si todo lo haces para ti, estás muerto.
Puede que aún no te hayas dado cuenta, pero estás muerto.


Cuando lo haces por los tuyos, por tu gente, por tu equipo, por los que vienen detrás…
… entonces aparece una gasolina que no se acaba.

Ni cuando las cosas van mal. Ni cuando ya no puedes más.

Si has perdido la motivación, no es porque te falta fuerza.
Es porque estás fallando en una de estas tres cosas.

O en las tres.

Y esto va de comunicación.

Porque si no sabes comunicar esa visión de futuro, si no sabes transmitir tu progreso, si no sabes contar ese propósito…
no solo te desmotivas tú, desmotivas a todos los que te siguen.

Y cuando tienes un equipo, un cliente, una comunidad… eso se nota y dejas de vender.

Si quieres una comunicación que de verdad mueva a las personas —no que las entretenga, sino que las active—no me mandes un WhatsApp con corazoncitos.

Mándame uno diciendo: “Vamos a construir algo grande. ¿Por dónde empezamos?”

Japi dei.